Cuando la ciudad es el lienzo
Graffiti urbano: del Bronx a Caracas
“Sin riesgo, no hay aventura” es un lema conocido entre los jóvenes graffiteros, o “escritores” como ellos prefieren llamarse. Este resurgimiento del graffiti como arte urbano rescata el significado de la calle como espacio de intercambio comunicativo. “La calle es de todos” y los graffiteros lo saben
Jorge González Durand
A lo lejos sonaba una sirena de policía. La noche era fría y el asfalto seguía mojado por la lluvia de la tarde. La gente llegaba a la parada y se montaba en el primer carrito por puesto que pasara, pero el muchacho del sweater negro no parecía tener prisa. Lucía preocupado por otras cosas, veía los carros buscando algo, quizá una marca que pudiera identificar.
En ese momento le hice una seña, saqué mi mano del bolsillo y simulé escribir algo con la punta de mi dedo índice sobre el aviso luminoso de la parada. Él se percató y me mostró sigilosamente el rotulador que traía en su bolsillo.
Se acercó y le pregunté «¿Tú que escribes?». Él contestó «Punk 92». «¿Punk 92 el que escribe para los Kool Vandals?» le volví a preguntar y él dijo «¿Te conozco?». «Claro, yo soy El Catire de los Phantom».
El contacto estaba hecho. La ciudad seguía su ritmo vital, mientras los graffiteros hablaban de sus hazañas, de los lugares donde escribían y de sus encuentros con la policía.
Pintadas urbanas
El origen de este tipo de graffiti está a finales de los años setenta en Nueva York cuando un grupo de jóvenes comenzó a pintar sus nombres en los vagones y estaciones del metro de la ciudad.
Cuenta la leyenda que el primer graffitero de este estilo era un joven llamado Demetrius quien empezó a escribir su apodo, TAKI, y el número de su casa, 138, en las paredes, plazas y vagones del metro en la zona de Manhattan.
Esta moda se extendió rápidamente entre los adolescentes que vivían en los barrios pobres de esa ciudad, y se conectó con la música rap y el baile acrobático break dance, creando el movimiento Hip Hop.
De las cuevas de Altamira al Bronx Los jóvenes del Bronx y Brooklyn fueron los primeros exponentes de este tipo de graffiti, pero a lo largo de la historia ha habido otras pintadas que podrían clasificarse de la misma forma. Los estudiantes del mayo francés, los antiglobalizadores, incluso los que pintaron en las cuevas de Altamira hace 15 mil años, todos ellos de alguna manera han hecho graffitis; con estilos, materiales y finalidades diferentes, pero siguen integrando una larga lista de graffiteros.
Ahora bien ¿qué significa «graffiti»? Los libros especializados coinciden que «graffiti» es una palabra de origen italiano empleada para describir diferentes tipos de escritura mural.
De acuerdo a Craig Castleman (en «Los Graffiti»), dentro de esta denominación se pueden incluir las pinturas murales de ciertas cuevas prehistóricas, los dibujos de la antigua Pompeya, y toda la suerte de mensajes humorísticos, políticos o sexuales que han sido pintados, garabateados o marcados en las paredes a lo largo de la historia.
En la actualidad, la palabra adquiere un matiz urbano y se refiere a los mensajes escritos sobre los muros y espacios públicos de la ciudad, incluyendo un tipo particular de pintadas que surgió en el metro de Nueva York.
El ABC de un graffiti
Grosso modo este estilo de graffiti nacido en el Bronx y Brooklyn tiene cuatro modalidades. La primera son las firmas o contraseñas conocidas también como tags. La firma consiste en el nombre o apodo del escritor realizado con letras muy estilizadas y enlazadas de una forma que recuerdan ciertos logotipos o monogramas. Las firmas o tags se escriben de manera furtiva, en ocasionas en una sola trazada, y son la forma más sencilla de este tipo de graffiti.
La segunda modalidad son los throw-ups o vomitados, que consisten en un nombre de dos o tres letras que forman una unidad redondeada y que suelen ser las abreviaturas de los tags, por ejemplo, si el tag es MIKE, el vomitado será MK. Se pintan rápidamente con spray utilizando el mínimo de pintura. En las vomitadas no importa tanto el estilo sino la frecuencia con que se hagan.
La tercera variante son las obras o piezas que son trabajos más elaborados con colores, letras e imágenes. Ocupan un espacio mayor en las paredes, y por lo general son realizadas por grupos de graffiteros.
La cuarta modalidad son los mensajes que a veces acompañan los trabajos de los graffiteros. Pueden ser las iniciales de una frase como WNO (we’re number one) o mensajes escritos en inglés o español.
Respecto a los estilos de letras, hay muchos modelos de tipografía. Entre los más famosos están la «letra pompa» o «bubble letter», que son letras redondeadas y achatadas diseñadas por Phase II, un escritor del Bronx de los años 70; la «letra tridimensional» o «3D» que consiste en letras mayúsculas con relieve que fueron creadas por Pistol I, igualmente del Bronx, y la denominada «letra salvaje», que es prácticamente ilegible.
El nombre es lo primero
Entre los graffiteros prefieren llamarse escritores o writers, porque consideran que eso es lo que hacen, escribir. Los nombres de los escritores no suelen ser los mismos que los verdaderos. Pueden ser apodos, variaciones del nombre real o un nombre inventado por ellos mismos.
DAZE 19, un graffitero de Montalbán, dice: «el nombre tiene que ver con la personalidad de cada uno de nosotros, con nuestra forma de ser. Al principio, muchos probamos con varios nombres para ver qué tal, y luego nos quedamos con uno que nos guste».
La mayoría de los escritores son jóvenes. Comienzan a escribir a los 11 años y se retiran a los 18 porque a partir de esa edad pueden ser juzgados como adultos en los tribunales. El promedio de edad de los escritores es de 15 años. El castigo a los que consigan haciendo graffitis, de acuerdo a la Policía Metropolitana, es realizar trabajo comunitario en la ciudad.
Graffiti urbano: del Bronx a Caracas
“Sin riesgo, no hay aventura” es un lema conocido entre los jóvenes graffiteros, o “escritores” como ellos prefieren llamarse. Este resurgimiento del graffiti como arte urbano rescata el significado de la calle como espacio de intercambio comunicativo. “La calle es de todos” y los graffiteros lo saben
Jorge González Durand
A lo lejos sonaba una sirena de policía. La noche era fría y el asfalto seguía mojado por la lluvia de la tarde. La gente llegaba a la parada y se montaba en el primer carrito por puesto que pasara, pero el muchacho del sweater negro no parecía tener prisa. Lucía preocupado por otras cosas, veía los carros buscando algo, quizá una marca que pudiera identificar.
En ese momento le hice una seña, saqué mi mano del bolsillo y simulé escribir algo con la punta de mi dedo índice sobre el aviso luminoso de la parada. Él se percató y me mostró sigilosamente el rotulador que traía en su bolsillo.
Se acercó y le pregunté «¿Tú que escribes?». Él contestó «Punk 92». «¿Punk 92 el que escribe para los Kool Vandals?» le volví a preguntar y él dijo «¿Te conozco?». «Claro, yo soy El Catire de los Phantom».
El contacto estaba hecho. La ciudad seguía su ritmo vital, mientras los graffiteros hablaban de sus hazañas, de los lugares donde escribían y de sus encuentros con la policía.
Pintadas urbanas
El origen de este tipo de graffiti está a finales de los años setenta en Nueva York cuando un grupo de jóvenes comenzó a pintar sus nombres en los vagones y estaciones del metro de la ciudad.
Cuenta la leyenda que el primer graffitero de este estilo era un joven llamado Demetrius quien empezó a escribir su apodo, TAKI, y el número de su casa, 138, en las paredes, plazas y vagones del metro en la zona de Manhattan.
Esta moda se extendió rápidamente entre los adolescentes que vivían en los barrios pobres de esa ciudad, y se conectó con la música rap y el baile acrobático break dance, creando el movimiento Hip Hop.
De las cuevas de Altamira al Bronx Los jóvenes del Bronx y Brooklyn fueron los primeros exponentes de este tipo de graffiti, pero a lo largo de la historia ha habido otras pintadas que podrían clasificarse de la misma forma. Los estudiantes del mayo francés, los antiglobalizadores, incluso los que pintaron en las cuevas de Altamira hace 15 mil años, todos ellos de alguna manera han hecho graffitis; con estilos, materiales y finalidades diferentes, pero siguen integrando una larga lista de graffiteros.
Ahora bien ¿qué significa «graffiti»? Los libros especializados coinciden que «graffiti» es una palabra de origen italiano empleada para describir diferentes tipos de escritura mural.
De acuerdo a Craig Castleman (en «Los Graffiti»), dentro de esta denominación se pueden incluir las pinturas murales de ciertas cuevas prehistóricas, los dibujos de la antigua Pompeya, y toda la suerte de mensajes humorísticos, políticos o sexuales que han sido pintados, garabateados o marcados en las paredes a lo largo de la historia.
En la actualidad, la palabra adquiere un matiz urbano y se refiere a los mensajes escritos sobre los muros y espacios públicos de la ciudad, incluyendo un tipo particular de pintadas que surgió en el metro de Nueva York.
El ABC de un graffiti
Grosso modo este estilo de graffiti nacido en el Bronx y Brooklyn tiene cuatro modalidades. La primera son las firmas o contraseñas conocidas también como tags. La firma consiste en el nombre o apodo del escritor realizado con letras muy estilizadas y enlazadas de una forma que recuerdan ciertos logotipos o monogramas. Las firmas o tags se escriben de manera furtiva, en ocasionas en una sola trazada, y son la forma más sencilla de este tipo de graffiti.
La segunda modalidad son los throw-ups o vomitados, que consisten en un nombre de dos o tres letras que forman una unidad redondeada y que suelen ser las abreviaturas de los tags, por ejemplo, si el tag es MIKE, el vomitado será MK. Se pintan rápidamente con spray utilizando el mínimo de pintura. En las vomitadas no importa tanto el estilo sino la frecuencia con que se hagan.
La tercera variante son las obras o piezas que son trabajos más elaborados con colores, letras e imágenes. Ocupan un espacio mayor en las paredes, y por lo general son realizadas por grupos de graffiteros.
La cuarta modalidad son los mensajes que a veces acompañan los trabajos de los graffiteros. Pueden ser las iniciales de una frase como WNO (we’re number one) o mensajes escritos en inglés o español.
Respecto a los estilos de letras, hay muchos modelos de tipografía. Entre los más famosos están la «letra pompa» o «bubble letter», que son letras redondeadas y achatadas diseñadas por Phase II, un escritor del Bronx de los años 70; la «letra tridimensional» o «3D» que consiste en letras mayúsculas con relieve que fueron creadas por Pistol I, igualmente del Bronx, y la denominada «letra salvaje», que es prácticamente ilegible.
El nombre es lo primero
Entre los graffiteros prefieren llamarse escritores o writers, porque consideran que eso es lo que hacen, escribir. Los nombres de los escritores no suelen ser los mismos que los verdaderos. Pueden ser apodos, variaciones del nombre real o un nombre inventado por ellos mismos.
DAZE 19, un graffitero de Montalbán, dice: «el nombre tiene que ver con la personalidad de cada uno de nosotros, con nuestra forma de ser. Al principio, muchos probamos con varios nombres para ver qué tal, y luego nos quedamos con uno que nos guste».
La mayoría de los escritores son jóvenes. Comienzan a escribir a los 11 años y se retiran a los 18 porque a partir de esa edad pueden ser juzgados como adultos en los tribunales. El promedio de edad de los escritores es de 15 años. El castigo a los que consigan haciendo graffitis, de acuerdo a la Policía Metropolitana, es realizar trabajo comunitario en la ciudad.
Lo importante es dejarse ver
ICE, un graffitero de Altamira, dice: «el objetivo principal de estos graffitis es dejarse ver, es decir, hacer que tu nombre aparezca por todos lados, en el metro, en el carrito por puesto, en la parada del autobús, en la entrada del liceo, en el centro comercial, en los baños públicos ¿me entiendes?, en todos lados».
Esa «incontinencia gráfica» que padecen los graffiteros es lo que diferencia este tipo de graffiti de otras formas de escritura mural. Lo característico de estas pintadas es la necesidad de difundir tu nombre, de «ponerlo a correr». Aunque el estilo y la técnica sean valorados entre los escritores, no sirven de nada si no se es capaz de colocar la firma en la mayor cantidad de lugares posibles.
MK 21, un graffitero de Catia, explica que «mucha gente se encuentra segura y a gusto cuando escribe su nombre. Tenemos la sensación de afianzarnos, de identificarnos con nosotros mismos. Cuanto más escribes tu nombre, más piensas en ti y comprendes cómo eres. En cuanto empiezas a hacerlo te reafirmas como individuo, tienes identidad».
Las pintadas en las paredes son una respuesta de los adolescentes a las presiones y altas expectativas que la sociedad tiene sobre ellos, así lo manifiesta Diana Bernaloa (en «Barcelona, Los Graffitis»). El arte callejero les ofrece esa posibilidad de liberación, esa capacidad personal de crear cultura, y es que para un adolescente es suficiente recompensa la sensación de adrenalina que produce transgredir las convenciones sociales. «No hay aventura si no hay riesgo. Por eso, cuando cualquier cosa puede pasar, cuando solo dependes de tu velocidad y movimiento, y te acompaña algo tan aleatorio como la suerte, no hay pasado ni futuro, solo un presente apasionante».
Los graffiteros: una sub-cultura
Por lo general, los maestros graffiteros tienen un protegido o hermano menor o un grupo de ellos, para enseñarle lo que saben sobre el arte del graffiti. La estructura de los grupos de escritores es bastante informal y carecen de jerarquía. En la zona de Caricuao hay un fuerte movimiento de graffiteros que se combina con la moda Hip Hop, el rap y el break dance. Ellos escogen un nombre entre todos y se encargan de difundir sus tags personales junto con el de la banda. Aunque predominan los hombres, también hay muchachas en las agrupaciones.
Entre los primeros escritores del Bronx existía la tradición de que todos los materiales utilizados (marcadores, spray, etc.) debían ser robados, a eso se llamaba racking up o mangar. Candy, una escritora de Caricuao, explica que en Caracas no ocurre de esa manera. Los graffiteros compran los sprays y los marcadores que piensan utilizar.
También hay una ley tácita que prohíbe pisar (backgrounding) las obras de los demás. Según esta ley, la obra que ha sido pisada, se le considera destruida y se convierte en el blanco de todos los escritores.
Para entender más sobre el mundo de los graffiteros, Armando Silva (en «Graffiti: una ciudad imaginada») señala siete valores frecuentes en las pintadas de las paredes: (1) La marginalidad porque a través de los graffitis se expresan los mensajes que no entran en los circuitos comerciales de comunicación; (2) El anonimato, los mensajes mantienen en reserva su autoría; (3) La espontaneidad, su realización responde a un momento con frecuencia imprevisto; (4) La escenicidad, el lugar elegido, el diseño empleado, los materiales, los colores, son concebidos como estrategias para causar impacto; (5) La velocidad, los graffitis se realizan en el mínimo de tiempo posible por razones de seguridad; (6) La precariedad, los medios utilizados son de bajo costo; y (7) La fugacidad, la vida de los graffitis no está garantizada y pueden desaparecer o ser modificados en poco tiempo.
Graffiti ¿arte o vandalismo?
En el centro del debate está la cuestión de si el graffiti es una forma de arte urbano o simple vandalismo. Algunos consideran las pintadas en espacios públicos como delitos cometidos por jóvenes desadaptados. Hace pocos años la CANTV hizo una enorme inversión para cambiar el estilo de las casetas de teléfonos públicos y facilitar la limpieza de las firmas de los escritores.
Al otro lado de la balanza, encontramos a algunos organismos públicos que han decidido dejar de luchar contra los graffitis e incluso han promovido espacios y concursos para que los jóvenes escritores se expresen. Recientemente, la Alcaldía de Chacao realizó el evento «Cooltura» para cultivar el talento de los graffiteros y premiar su creatividad.
Hoy en día este lenguaje urbano ocupa espacios en galerías de arte y ha contado en el ámbito internacional con artistas de la talla de Jean Michel Basquiat, Keith Haring, Tammelzee, entre otros. El graffiti como acontecimiento de comunicación marginal, anónimo y colectivo viene aumentando en las últimas décadas y gana legitimidad como otra forma de expresión artística.
Esta revalorización del graffiti, para el antropólogo Rodrigo Navarrete, representa un rescate del significado de la calle y la plaza como lugar de intercambio comunicativo, y, en definitiva, es una reconquista de la calle como espacio a disposición de toda la población.
Aunque los jóvenes escritores no sean conscientes de ello, el graffiti como arte tiene un cuestionamiento más profundo que el simple placer de transgredir las normas sociales. Diana Bernaola considera que el graffiti se convirtió en una verdadera protesta hacia la imagen del arte como una simple mercancía del capitalismo, «pintar murales en las calles era una manera de rechazar el arte como un simple producto de la compra y venta».
Ya sea por una necesidad personal de expresarse, o como una manera de cuestionar criterios mercantilistas en el arte, el graffiti ha llegado para quedarse. Los espacios de la ciudad son testigos de este hecho. Dependerá de los organismos públicos y privados canalizar ese caudal creativo y artístico a fines más útiles, o mantener una batalla que de entrada parece perdida por las autoridades.
¿Graffiti o grafito?
Para resolver la duda sobre la ortografía de la palabra graffiti, buscamos en varias fuentes autorizadas. El Diccionario de la Real Academia Española no contiene el término graffiti y en su lugar define grafito (del italiano graffito) como «los letreros o dibujos circunstanciales, generalmente agresivos o de protesta, trazados sobre una pared u otra superficie resistente».
El Diccionario de la Lengua Española Océano, además de coincidir con el DRAE, agrega graffiti como una voz italiana en plural cuyo equivalente en castellano es grafito.
El Diccionario Clave explica que graffiti es un italianismo, y es el plural de graffito. Para este diccionario es incorrecto usarlo con un artículo en singular, por ejemplo, un graffiti. Aunque el DRAE solo registra grafito, está más extendido el uso del plural italiano graffiti.
Armando Silva (en «Graffiti: una ciudad imaginada») a pesar de conocer el equivalente en español, prefiere emplear graffiti por ser el uso más generalizado, castellanizando su plural a graffitis.
ICE, un graffitero de Altamira, dice: «el objetivo principal de estos graffitis es dejarse ver, es decir, hacer que tu nombre aparezca por todos lados, en el metro, en el carrito por puesto, en la parada del autobús, en la entrada del liceo, en el centro comercial, en los baños públicos ¿me entiendes?, en todos lados».
Esa «incontinencia gráfica» que padecen los graffiteros es lo que diferencia este tipo de graffiti de otras formas de escritura mural. Lo característico de estas pintadas es la necesidad de difundir tu nombre, de «ponerlo a correr». Aunque el estilo y la técnica sean valorados entre los escritores, no sirven de nada si no se es capaz de colocar la firma en la mayor cantidad de lugares posibles.
MK 21, un graffitero de Catia, explica que «mucha gente se encuentra segura y a gusto cuando escribe su nombre. Tenemos la sensación de afianzarnos, de identificarnos con nosotros mismos. Cuanto más escribes tu nombre, más piensas en ti y comprendes cómo eres. En cuanto empiezas a hacerlo te reafirmas como individuo, tienes identidad».
Las pintadas en las paredes son una respuesta de los adolescentes a las presiones y altas expectativas que la sociedad tiene sobre ellos, así lo manifiesta Diana Bernaloa (en «Barcelona, Los Graffitis»). El arte callejero les ofrece esa posibilidad de liberación, esa capacidad personal de crear cultura, y es que para un adolescente es suficiente recompensa la sensación de adrenalina que produce transgredir las convenciones sociales. «No hay aventura si no hay riesgo. Por eso, cuando cualquier cosa puede pasar, cuando solo dependes de tu velocidad y movimiento, y te acompaña algo tan aleatorio como la suerte, no hay pasado ni futuro, solo un presente apasionante».
Los graffiteros: una sub-cultura
Por lo general, los maestros graffiteros tienen un protegido o hermano menor o un grupo de ellos, para enseñarle lo que saben sobre el arte del graffiti. La estructura de los grupos de escritores es bastante informal y carecen de jerarquía. En la zona de Caricuao hay un fuerte movimiento de graffiteros que se combina con la moda Hip Hop, el rap y el break dance. Ellos escogen un nombre entre todos y se encargan de difundir sus tags personales junto con el de la banda. Aunque predominan los hombres, también hay muchachas en las agrupaciones.
Entre los primeros escritores del Bronx existía la tradición de que todos los materiales utilizados (marcadores, spray, etc.) debían ser robados, a eso se llamaba racking up o mangar. Candy, una escritora de Caricuao, explica que en Caracas no ocurre de esa manera. Los graffiteros compran los sprays y los marcadores que piensan utilizar.
También hay una ley tácita que prohíbe pisar (backgrounding) las obras de los demás. Según esta ley, la obra que ha sido pisada, se le considera destruida y se convierte en el blanco de todos los escritores.
Para entender más sobre el mundo de los graffiteros, Armando Silva (en «Graffiti: una ciudad imaginada») señala siete valores frecuentes en las pintadas de las paredes: (1) La marginalidad porque a través de los graffitis se expresan los mensajes que no entran en los circuitos comerciales de comunicación; (2) El anonimato, los mensajes mantienen en reserva su autoría; (3) La espontaneidad, su realización responde a un momento con frecuencia imprevisto; (4) La escenicidad, el lugar elegido, el diseño empleado, los materiales, los colores, son concebidos como estrategias para causar impacto; (5) La velocidad, los graffitis se realizan en el mínimo de tiempo posible por razones de seguridad; (6) La precariedad, los medios utilizados son de bajo costo; y (7) La fugacidad, la vida de los graffitis no está garantizada y pueden desaparecer o ser modificados en poco tiempo.
Graffiti ¿arte o vandalismo?
En el centro del debate está la cuestión de si el graffiti es una forma de arte urbano o simple vandalismo. Algunos consideran las pintadas en espacios públicos como delitos cometidos por jóvenes desadaptados. Hace pocos años la CANTV hizo una enorme inversión para cambiar el estilo de las casetas de teléfonos públicos y facilitar la limpieza de las firmas de los escritores.
Al otro lado de la balanza, encontramos a algunos organismos públicos que han decidido dejar de luchar contra los graffitis e incluso han promovido espacios y concursos para que los jóvenes escritores se expresen. Recientemente, la Alcaldía de Chacao realizó el evento «Cooltura» para cultivar el talento de los graffiteros y premiar su creatividad.
Hoy en día este lenguaje urbano ocupa espacios en galerías de arte y ha contado en el ámbito internacional con artistas de la talla de Jean Michel Basquiat, Keith Haring, Tammelzee, entre otros. El graffiti como acontecimiento de comunicación marginal, anónimo y colectivo viene aumentando en las últimas décadas y gana legitimidad como otra forma de expresión artística.
Esta revalorización del graffiti, para el antropólogo Rodrigo Navarrete, representa un rescate del significado de la calle y la plaza como lugar de intercambio comunicativo, y, en definitiva, es una reconquista de la calle como espacio a disposición de toda la población.
Aunque los jóvenes escritores no sean conscientes de ello, el graffiti como arte tiene un cuestionamiento más profundo que el simple placer de transgredir las normas sociales. Diana Bernaola considera que el graffiti se convirtió en una verdadera protesta hacia la imagen del arte como una simple mercancía del capitalismo, «pintar murales en las calles era una manera de rechazar el arte como un simple producto de la compra y venta».
Ya sea por una necesidad personal de expresarse, o como una manera de cuestionar criterios mercantilistas en el arte, el graffiti ha llegado para quedarse. Los espacios de la ciudad son testigos de este hecho. Dependerá de los organismos públicos y privados canalizar ese caudal creativo y artístico a fines más útiles, o mantener una batalla que de entrada parece perdida por las autoridades.
¿Graffiti o grafito?
Para resolver la duda sobre la ortografía de la palabra graffiti, buscamos en varias fuentes autorizadas. El Diccionario de la Real Academia Española no contiene el término graffiti y en su lugar define grafito (del italiano graffito) como «los letreros o dibujos circunstanciales, generalmente agresivos o de protesta, trazados sobre una pared u otra superficie resistente».
El Diccionario de la Lengua Española Océano, además de coincidir con el DRAE, agrega graffiti como una voz italiana en plural cuyo equivalente en castellano es grafito.
El Diccionario Clave explica que graffiti es un italianismo, y es el plural de graffito. Para este diccionario es incorrecto usarlo con un artículo en singular, por ejemplo, un graffiti. Aunque el DRAE solo registra grafito, está más extendido el uso del plural italiano graffiti.
Armando Silva (en «Graffiti: una ciudad imaginada») a pesar de conocer el equivalente en español, prefiere emplear graffiti por ser el uso más generalizado, castellanizando su plural a graffitis.
coñop pana este espacio ta burda de bien ta fino sigan así les habla el REOS-PRO
ResponderEliminarcoñop de pana este es unos de tantos medios donde podemos expresar lo que sentimos realmente... de lo que es nuestro underground jeje sono marico... bueno les habla EL REOS-PRO DE LA BANDERA
ResponderEliminarExcelente trabajo de investigación! Sólo me queda agradecerte por la información que obtuve gracias a tu blog.
ResponderEliminarOscar
ResponderEliminarme alegra mucho que te haya gustado el texto
y tal cual
aquí no hay censura
gpunto
superfino que te haya gustado
un fuerte abrazo
Coye man, esto esta fino para la gente que quiere informarce acerca de esta cultura de la calle, realmente es muy buen trabajo, sigue asi, y sigue investigando acerca de estas cosas que la gente quiere saber, felicitaciones y gracias man, saludos.
ResponderEliminarTe habla Psycho Graffer
Creo que si estan bien hechos, los grafitis son verdaderas muestras de arte. A pesar de haber ido a Nueva York no fui al Bronx y por eso no vi esa clase de expresión artística. Si logro obtener nuevamente pasajes a new york seguramente vaya ahí.
ResponderEliminarPsycho Graffer, gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado el reportaje.
ResponderEliminarCristian, coincido contigo. graffiti es arte. Ojalá puedas ir nuevamente a Nueva York y visitar al Bronx. Igual hay expresiones de arte urbano en otras regiones del mundo.
Gracias por sus comentarios
Saludos
Jorge
Brutal, quisiera saber los nombres de estos grupos graffiteros o en donde se ubican... Ya conozco a Via Oeste Crew, Caribes Tribu, Rulet, CMS... Pero necesito mas para una investigacion... ATT: KAMY
ResponderEliminarKamy, este reportaje lo hizo hace más de diez años. Lo escribí en 2005. Seguramente habrá nuevos grupos, y una nueva generación de graffiteros. Lamento no poder ayudarte, pero sé que hay una movida fuerte en Caricuao. Gracias por pasar por acá y por tu comentario
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